miércoles, 23 de noviembre de 2011

Murió un cura famoso por misionar en parapente

Salta
El padre Sigfrido “Chifri” Moroder (46) falleció a raíz de una descompensación. El religioso utilizaba un parapente para recorrer remotos parajes montañosos salteños. En 2010 fue elegido abanderado de la Argentina Solidaria.


Su experiencia física y emocional lo inspiró a escribir el libro “Después del abismo” con el fin de transmitir fe, espiritu de lucha y pasión por el bien.





Elegido el año pasado el Abanderado de la Argentina Solidaria en una masiva votación por Internet organizada por Canal 13, el sacerdote Sigfrido Moroder, conocido como el padre Chifri, de 46 años, murió sorpresivamente esta mañana por una descompensación en el barrio San Lorenzo, en las afueras de la capital de la provincia de Salta, donde desarrollaba desde 1999 una intensa obra religiosa y social.



Gran deportista, el padre Chifri había sufrido un accidente en 2004, al caer de un parapente, recurso que utilizaba para recorrer remotos parajes montañosos salteños y así poder llegar con su mensaje religioso y solidario a lugares de muy difícil acceso, quedando inicialmente en sillas de ruedas.

Chifri –quien se estaba recuperando de una quebradura en una de sus piernas- pasó la noche en la casa de unos amigos, ubicada en San Lorenzo, se levantó bien temprano, como siempre, para realizar sus ejercicios de rehabilitación, desayunó, tras lo cual sufrió un infarto del que no pudo salir.

Gran deportista, el padre Chifri había sufrido un accidente en 2004, al caer de un parapente, recurso que utilizaba para recorrer remotos parajes montañosos salteños y así poder llegar con su mensaje religioso y solidario a lugares de muy difícil acceso, quedando en sillas de ruedas.

Nacido en el gran Buenos Aires, ordenado sacerdote en la arquidiócesis de Buenos Aires, siempre quiso misionar, pero debió esperar hasta los 34 años para que el arzobispado porteño le concediera la autorización. E inmediatamente partió hacia el norte argentino.

Llegado a Salta, creó en Rosario de Lerma “El Alfarcito”, un centro de artesanías como medio de subsistencia para los lugareños. También fundó una escuela, entre muchas acciones que lo llevaron a ser muy reconocido.

Tras el accidente, no se amilanó y –tras un arduo proceso de recuperación- pasó de la silla de ruedas a los bastones canadienses, sin mermar en su abnegada obra.

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